Les Bleus” han logrado poner la segunda estrella sobre la camiseta de la selección francesa, luego de ese legendario 12 de julio de 1998, y hoy el infrascrito se siente rejuvenecido de 20 años. Gracias por ello, muchachos.

Pero, aparte del enorme prestigio que representa el ser campeón de mundo, la marca país se ve revigorizada y sociológicamente el impulso de unión y de comunión es enorme entre los habitantes de la nación.

Al mismo tiempo, es el mejor regalo que el equipo de Francia podía hacer al país que representaba en este Mundial, al día siguiente del aniversario patrio.

Fue el partido de sus vidas. Ellos sabían que solo el campeón pasaba a la historia. Una final espectacular con 6 goles marcados (4-2), exactamente como en las finales de 1930 en Uruguay, de 1938 en Francia y de 1966 en Inglaterra.

El hecho de ver a la juventud francesa actual festejar este triunfo en las calles, en una algarabía generalizada muy contagiosa y con unos aires de la Liberación de 1945 y, sobre todo, a la conquista de la primera estrella, el 12 de julio de 1998, nos transporta forzadamente a los inolvidables momentos que nos tocó vivir en esos instantes y al extremo placer de compartir con nuestros hijos la misma gesta de hace 2 décadas atrás.

Los integrantes de este equipo campeón del mundo estaban muy pequeños en esa oportunidad y uno en particular estaba todavía en el vientre de su madre. Se trata del inefable Kylian Mbappé, por supuesto.

La ascensión fulgurante de este equipo ha transmitido al pueblo francés una emoción indescriptible.

Por memoria, hace 2 años atrás (el 10 de julio de 2016), el equipo de Francia llegó a la final del Campeonato de Europa de Fútbol (Eurocopa) que fue, justamente, organizada en Francia y que perdió contra Portugal (1-0). 6 jugadores (Lloris, Umtiti, Pogba, Matuidi, Griezmann et Giroud) perdieron ese partido y estaban vacunados para no volver a vivir y sufrir esa muy frustrante experiencia.

Lo principal es ganar. No importa la manera. Dicho de otra manera, “una competición exitosa, es una competición ganada”, como dijo el presidente Emmanuel Macron cuando los visitó en Clairefontaine. El equipo de Francia supo adaptarse a sus adversarios como un camaleón y con una eficacidad desconcertante y aniquiladora. Cada equipo adverso era diferente y la buena estrategia a utilizar fue la genialidad de Didier Deschamps que, ya campeón del Mundo con el equipo de Francia en 1998, ha entrado, desde ayer, definitivamente en el circulo muy cerrado de los otros 2 jugadores privilegiados con ese mismo estatuto (el alemán Beckenbauer y el brasilero Zagalo).

El futbol es un deporte colectivo que se ha convertido, por la concentración de las masas, en un deporte espectáculo. Así, éste es el primer mundial que ha sido transmitido totalmente en 4K (UHD) por la televisión, aunque habiendo comprado un televisor para la ocasión, la experiencia de esta tecnología, perfectible a mis ojos, no ha sido totalmente concluyente.

He leído y escuchado, por aquí y por allá, de otro lado, que Francia representaba a África en este Mundial. Es una afirmación maniquea, racista e ignorante de la historia gala. En efecto, la explicación es muy simple: Francia tiene un pasado colonial y la migración entre estos pueblos ha sido siempre activa (de ambos lados). La sociedad francesa es, de ese hecho, multicultural y diversa. El equipo de Francia es el reflejo de esta diversidad y es lo que hace su fuerza. La selección francesa de fútbol es, en realidad, un símbolo de integración. Todos los jugadores actuales han nacido en Francia (a la excepción de Samuel Umtiti y Steve Mandanda, ambos llegados al país a, apenas, 2 años de edad) y todos han sido escolarizados en ese bastión de la integración Republicana que es la Educación nacional.

Pero lo que es sorprendente con esta generación de jugadores es la extrema madurez en los propósitos de los que la componen. Mbappé de apenas 19 años se expresa como si tuviera 25 años o más y los otros, igual. Una simplicidad y una justeza en las declaraciones realmente sorprendente. Todos son simpáticos y han sabido conquistar al pueblo francés de manera natural. No hay ninguno de entre ellos que se considere como el líder o que sea el centro de todo, como en el caso de los equipos 2018 de Argentina, Portugal o de Brasil, por ejemplo.

Este grupo de jugadores es un verdadero equipo y es gracias a Didier Deschamps que es así. Una fuerza de carácter demostrada también en la cancha. La única vez que estuvieron perdiendo (durante solo 9 minutos) contra la Argentina pudieron voltear el partido con una capacidad de resiliencia de verdad admirable. Han ganado y solo una vez empatado (con los suplentes) TODOS sus partidos desde el comienzo del Mundial y no tuvieron, en NINGUN partido, que utilizar las prolongaciones o llegar hasta las indescriptibles sesiones de los penales.

“DD” tiene, además, una filiación asumida con Aimé Jacquet (ayer confesó inclusive que durante este Mundial había intercambiado varias veces con él), lo que no está nada mal y denota una admirable continuidad.

A ese respecto, la historia nos trae una serie de asombrosas coincidencias: efectivamente, en 1998, el Real era campeón de la liga de campeones (Eurocopa), Israel era la campeona del Eurovisión de la Canción, y la cábala era el beso sobre el cráneo calvo del arquero que en la versión 2018 ha sido remplazada por la caricia al bigote de Adil Rami, entre otras similitudes.

Es verdad que el equipo de Francia fue el equipo más caro del Mundial de Rusia (un valor acumulado de 1.08 billones de Euros en total), pero de ahí a decir, como un político y una periodista de la televisión, que el futbol es un espectáculo en el que los pobres miran a los ricos jugar (cuando, normalmente, es lo contrario) me parece un malsano y muy fácil atajo.

Este equipo como todos los equipos campeones del mundo de fútbol ha cambiado de talla y lo que es interesante constatar es que estos jugadores ahora tienen nuevas responsabilidades y que se convierten, por este nuevo estatuto, como un ejemplo para las futuras generaciones de futbolistas.

Viendo la maldición de los Campeones mundiales de fútbol, espero confiado que no tengamos que esperar otros 20 años para festejar la tercera estrella en la camiseta francesa.

Para terminar, luego de una “Nuit blanche”, hoy estaré presente con mis hijos en la Avenida “DESCHAMPS-Elysées” para celebrar la victoria con el desfile de los Bleus hasta la célebre, rebautizada por la ocasión, “Place des 2 étoiles”, pues hoy Francia no es solo el país de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, hoy es también el país del mejor futbol.

 

Maître Angel LA TORRE

Avocat au Barreau de PARIS